El Cónclave....
Salgo dando un portazo, quizás sea
la última puerta que cierro. Ya en la calle me doy cuenta que las nubes se
deshacen en lluvia, o acaso es que lloran, quizás por mí. Esta noche es
la noche.
Hierro, hormigón y vidrio confinan
el frenético y ruidoso trajín humano de la ciudad, pero en un suburbio, próximo
al río, existe este rincón con jardines color oro y ocre, habitado por árboles
que el invierno ha saqueado dejando troncos y ramas pelados, ennegrecidos por
la lluvia y el frío.
Los encuentros en el árbol sólo se
dan cuando la noche inclemente tiende temprano su sombra silenciosa y los fríos
invernales apuran al transeúnte tardío a
buscar refugio. Las calles quedan desiertas y toda señal de
vida cálida y vibrante se resguarda entre
paredes de ladrillo y cemento.
En este callado rincón de la urbe se entrecruzan caminos móviles, todos me conducen hacia el gran árbol que parece curvarse bajo el peso de su propia tristeza, las ramas vacías y negras. El invierno es ideal para la ceremonia oscura, nadie se acerca. Las ventanas permanecen ciegas a lo que sucede entre la sombras heladas e implacables.
Por primera vez estoy consciente del paso del tiempo. No puedo detenerlo, sé que el instante ha llegado. Acepto que es la ocasión justa y el lugar adecuado pero no puedo evitar esta sensación nueva, tengo miedo. Descubro sorprendido la aparición de este titubeo ante lo que me espera; surge cuando pienso en la ofrenda que debo hacer como pago por mis errores. Acepto la culpa y la única certeza que tengo es que al rendir cuentas ante los pares la condena será inevitable.
En este callado rincón de la urbe se entrecruzan caminos móviles, todos me conducen hacia el gran árbol que parece curvarse bajo el peso de su propia tristeza, las ramas vacías y negras. El invierno es ideal para la ceremonia oscura, nadie se acerca. Las ventanas permanecen ciegas a lo que sucede entre la sombras heladas e implacables.
Por primera vez estoy consciente del paso del tiempo. No puedo detenerlo, sé que el instante ha llegado. Acepto que es la ocasión justa y el lugar adecuado pero no puedo evitar esta sensación nueva, tengo miedo. Descubro sorprendido la aparición de este titubeo ante lo que me espera; surge cuando pienso en la ofrenda que debo hacer como pago por mis errores. Acepto la culpa y la única certeza que tengo es que al rendir cuentas ante los pares la condena será inevitable.
He llegado, a pesar de la lentitud nacida de la renuencia. Estoy frente a él. Desde el fondo de la tierra el árbol
arranca sus negras raíces y arrastra su cuerpo para unirse a los
cánticos. Los adoquines de la vereda que lo envuelven en un círculo casi
perfecto abandonan su indiferencia, como si tuvieran alma y quisieran
participar del juicio del concejo.
El cónclave espera en silencio. Con reserva
prestan oído a la defensa. Luego escucho las notas simples de los murmullos y susurros que manifiestan censura
y la sentencia unánime. En esta ocasión,
a diferencia de todos los encuentros antes
vividos, percibo el vacío del desamor que han creado los que una vez
compartieron conmigo la fuerza. He sido demasiado humano, sumé la sed de poder
a las vanidades y la soberbia. Rompí con el pacto, es lo que me ha traído a
esta circunstancia. Ya no participo de la gloria de recursos inconcebibles para
los humanos, privilegios que trascienden
hasta las más insólitas fantasías, los
dones que una vez poseí son ahora inaccesibles,
me han abandonado dejándome estéril. Las manos de los que una vez fueron
hermanos en la igualdad tienden hacia mí flores sepulcrales y raíces
secas como los cabellos de los muertos en señal de rechazo.
He necesitado de muchos infinitos
para cargar el peso de múltiples generaciones atravesando esta existencia sin
que me doblegaran la espalda, ahora en segundos siento como va cayendo sobre mi
la frágil e indeseada humanidad. Las manos van perdiendo la tersura de la
juventud, la piel se ve manchada y gris. Desde el centro de las entrañas, crece
el poderoso abismo sin imágenes ni
respuestas de la más absoluta soledad. No siento temor ahora. El hoy para
mí se acaba y con él desaparece el mañana. El árbol del cónclave me recibe en
sus profundidades. Mañana los que lleguen a mi casa la hallarán vacía.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
©Cristina Wnetrzak
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
Muy Hermosa foto ... muy profundo y sentido texto ... el texto es la historia de las vidas.. sin lugar a dudas
ResponderEliminarMuchas gracias Ricky! me sorprendió que descubrieras el blog! lo inicie hace un tiempo y quedo abandonado! tal vez sea hora de hacer algo mas por aqui! Gracias amigo!
ResponderEliminarOrgullosa de tener una amiga como.vos!!!!!muuuuuuuy nutricio lo q escribis!!!!!!!
ResponderEliminarGracias por pasar y leer... y por tu comentario! Recien lo descubro!!
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